viernes, 24 de octubre de 2008

¿Por qué hay que ser fuertes? Inventarnos una fuerza que destruya un supuesto sentimiento. ¿Por qué debemos de hacer oídos sordos cuando algo inexplicable y desconocido nos jala de los nervios, nos avienta lejos y nos pierde en los laberintos de la ansiedad? Sintiéndonos solos, sin el compañero de viaje. Sin saber si debemos de seguir buscando o continuar descendiendo al fondo del pozo de la media luna y soportar nuestros miedos humanos, nuestro dolor insuperable.
Amores correspondidos, amores encadenados, en trenecito, mirando al que no te mira. No escuchando al que te habla. Amores fatales, sadomasoquistas, fraternales, sexuales, musicales, enciclopédicos, imaginarios, de otras vidas, de buena vibra. De un mes, de tres años, de una noche.
Hoy he decido no olvidarte, no temerte. Descender al pozo, tomar un bate y aventar los recuerdos perdidos y encontrados en la oscuridad de las paredes circulares. Inhalar la humedad y adormecer el deseo. Beber del último viaje el itinerario trazado por los vientos invernales. Disfrutar el segundo de luz que atraviesa de punta a punta la circunferencia de la boca del pozo. Disfrutar la inmensa oscuridad del fondo por varias reencarnaciones.